Vida consciente

Cuando nos liberamos de cargas como la soberbia, la vanidad y el orgullo sentimos un gran alivio. Nos liberamos de un gran peso emocional que es una carga energética adherida a nuestro cuerpo que bloquea el flujo normal de la energía y nos hace sentir pesados, ralentizando nuestras funciones vitales, los procesos mentales que influyen en nuestra percepción, el lenguaje, cómo nos comunicamos, cómo pensamos, en nuestra atención, en cómo nos relacionamos y nuestra inteligencia para poder interactuar y tomar decisiones.

Tomar consciencia de las emociones que están activas en cada momento nos indica qué debemos soltar, para no sentirnos atrapados por ellas. Encontrar nuestros propios recursos para gestionar esas emociones es lo que nos va a ayudar a liberarnos de ellas, para cambiar los patrones y creencias que nos limitan. Nos ayuda herramientas como la numerología, astrología, y otras que son una guía para conocer qué programaciones tenemos, cómo poder trascenderlas y alinearnos con nuestro Ser, pero no debemos agarrarnos a ellas tanto como para no saber andar sin consultar el manual.

Como todo, el estudio está para integrar la información, recordar cómo funciona este juego que llamamos vida y luego gestionar nuestra emociones y nuestra mente. Si no nos lleva a ese viaje interior no nos va a ser de mucha ayuda, más bien nos crea dependencia. Necesitamos un tiempo, el que cada quien necesite, pero luego debemos ir aplicando ese conocimiento a nuestras vidas.

Para romper patrones debemos reconocerlos en nosotros y nosotras primero, porque por un tiempo se van a repetir, dependiendo de la consciencia que apliquemos en cada momento y del entorno en que nos movamos, ya que éste nos influye sobremanera.

Reconocer que todas las técnicas que existen y que puedan existir en un futuro son sólo herramientas para poder gestionar lo que nos ocurre y desprogramarnos, para avanzar y transitar este mundo en el que vinimos a conocernos y transformarnos. Esa transformación puede suponer una transformación de nuestro entorno, pero no es fácil, ya que ese entorno ha creado una mente con una información, un egregor, con una programación que nos influye y afecta.

Por lo tanto, entender que quienes están presentes en nuestra realidad nos dan la oportunidad de reconocer esos patrones y emociones es un paso para entender este juego, conviene no agarrarnos mucho a ellos, que aunque son nuestros maestros, no somos nosotros ni tienen por qué estar presentes siempre en nuestra realidad.

Es más, son un indicador de cómo estamos, de en qué nivel nos encontramos y si estamos o no en un bucle. Para ello es imprescindible tener un horizonte a dónde dirigirnos, que nos dará la información de si seguimos o no en nuestro camino o hemos salido de él.

Las tulpas o engramas que nos atrapan son esas huellas energéticas producto de las emociones que han disparado creencias y patrones mentales por la interpretación que hicimos en su momento fruto también de las creencias y patrones mentales de aquél momento.

Cuando somos niños, sobre todo hasta la edad de siete años, nuestro cerebro funciona a una frecuencia lenta que se va acelerando a medida que crecemos. Esa frecuencia lenta posibilita que aborvamos todo lo que se encuentra en nuestro entorno, y a nivel subconsciente captamos toda la información disponible. Si en un momento determinado entendimos, por ejemplo, que algo que dijo nuestro padre o nuestra madre era referente a nosotros, nos sentimos heridos y esa herida queda grabada en nuestro subconsciente, o lo que es lo mismo, en nuestro cuerpo.

Dependiendo de la emoción se va a adherir a una zona del cuerpo determinada, ya sea un órgano, víscera, extremidad, etc. Ese engrama producido va a continuar atrayendo información con la misma frecuencia y se irán añadiendo capas que acumularán más información cada vez que repitamos experiencias que disparen emociones similares.

Así vamos construyendo a medida que crecemos un mapa emocional que va a determinar la frecuencia en la que vibramos. De ahí la necesidad de ser conscientes de cómo pensamos y sentimos, porque cada vez que asumimos comportamientos y verdades de los demás o del entorno por no ser excluidos, por sentirnos uno más, por ser fuertes, poderosos, mejores que los demás, etc. estamos permitiendo que se adhieran más capas a esos engramas.

Cuando se dice que debemos estar alineados con nuestra verdad, con nuestra esencia, quiere decir que debemos poner atención a lo que nos ocurre mientras interactuamos con los demás, mirar con un ojo hacia afuera y con el otro hacia adentro, por decirlo una manera figurada. No es fácil y tener en cuenta que al relacionarnos con personas que tienen engramas muy arraigados, nos sitúa en una posición de vulnerabilidad a somatizarlos.

Por lo tanto se necesitan recursos para limpiar nuestro cuerpo de información atrapada y que no sigan aumentando esos engramas, pero sobre todo, necesitamos no experimentar emociones de baja frecuencia que abran la puerta a que entre más información que nos afecte luego nuestro crecimiento frecuencial, quitando importancia a lo que no lo tiene, simplificando nuestra vida y desprendiéndonos de lo superfluo.

Es importante tomar consciencia que somos una consciencia que es energía, que vibra a una frecuencia. Así podremos desmitificar los procesos, quitarles todas esas capas de misticismo y las envolturas que hemos necesitado hasta ahora ir recordamos que somos eso: consciencia, energía, frecuencia y vibración.

Como humanidad hemos pasado muchas etapas que si las observamos podemos equipararlas a las que pasamos en nuestra vida: nacemos, crecemos y morimos. A través de todos los años de evolución que ha tenido la humanidad hemos estado creciendo para tomar consciencia y liberarnos de todos los patrones que hemos necesitado para vivir la experiencia humana. Ahora toca desprendernos de esas capas y alinearnos con nuestra verdadera esencia, esa consciencia que vino a vivir la experiencia que vivimos.