Ponemos tanto el poder en otras personas que la vida vuelve a traernos situaciones o recuerdos de hechos pasados, de relaciones pasadas, para que nos demos cuenta de qué es lo que se repite en nuestra vida para no tomar las riendas de nuestra realidad.
Hechos de nuestra infancia o nuestra adolescencia que nos limitó porque entendimos de alguna forma, por creencias y una emoción del momento, siempre las emociones, que aquello estaba mal. Ocurre muchas veces con una actitud o con la sexualidad, que es una fuente muy recurrente de represión.
Entenderlo de alguna forma negativa, sucio, incorrecta, en lugar de una forma de experiencia para conectar con algo bello o sublime nos condena a vivir reprimidos o a hacerlo con una energía no amable.
Al final, sucumbimos a entender que es algo sucio, o peor aún, y esto es traumático si lo pensamos fríamente, insulso si lo hacemos desde el amor en lugar de querer demostrar algo a la otra persona, ya sea poder, que somos más adultos, que dominamos la situación, que no somos blandos, que somos capaces de dar placer…
Sin embargo, nos olvidamos de dejarnos llevar, de sentir la unión con la otra persona, de sentir una conexión que va más allá de lo físico y eso es un reflejo de lo que ocurre en nuestra vida. Lo peor, es que lo hacemos a través de la energía sexual que es la más poderosa y eso marca de una forma muy fuerte nuestra vida y nos desconectamos de lo sublime, de lo que nos hace sentir seres espirituales, seres que viven y experimentan el amor.
Además, tenemos por todos los medios que nos influyen como el cine, la televisión, la radio, la moda, etc. mensajes subliminales y explícitos que nos recuerdas nuestros traumas para desconectarnos de nuestra esencia.
Esto nos desempodera porque activan nuestra creencias limitantes, ya que nos recuerdan que estamos atentos a ellas para tratar de comprender sus mensajes, qué es lo que no nos muestra de forma evidente.
Afortunadamente cuando entendemos que algo nos saca del camino, ya sea que nos tira para atrás o nos da un revolcón, empezamos a comprender que hay algo que no funciona.
Reflexionar sobre lo que nos ocurrió con esas personas que aparecen de nuevo, con las nuevas con un patrón similar o con las situaciones que se muestran y tratan de ver el punto en común nos puede revelar el origen, la causa, del conflicto. Luego hay que volver al momento presente y hacer las cosas de otra forma para integrar la nueva frecuencia y energía.
Esto nos enseña cómo un día dimos el poder a nuestro padre, nuestra madre o cualquier otra persona que nos instaló una creencia y luego nos pasamos la vida buscando personas a quienes ceder nuestro poder, que dirijan nuestra vida y/o nos verifiquen si las decisiones que tomamos son o no correctas, son o no adecuadas. Luego les culpamos y así evadimos nuestra responsabilidad.
No somos culpables por eso, simplemente no entendimos cuál fue el motivo, o uno de ellos, que nos llevó a deambular por la vida. Unos se vuelven tiranos, otros laxos. Todo eso es parte de la misma energía, falta de orientación en la vida, de saber lo que queremos e ir a por ello, porque nadie tiene el poder sobre nosotros, solo necesitamos conocer nuestros dones, de qué forma podemos utilizarlos para que a otras personas o seres les pueda beneficiar y ponerse manos a la obra. Vivir así acorde a los ciclos de la vida.
Todo lo dicho es sólo un discernimiento propio de la realidad que percibo, pero como todos, estoy en el camino descubriéndome. Comparto esto como parte del puzle que estoy armando, que a la vez es parte de un puzle mayor que formamos todos.