Cuidar nuestra frecuencia

Este es un aspecto muy importante, porque determina nuestra forma de comportarnos, de pensar, de ver la vida y nuestra mirada. Según vibramos tenemos emociones y sentimientos, que son la combinación de pensamiento y emoción. Por lo tanto, es imprescindible cuidar nuestra alimentación, que luego forma parte del cuerpo que aloja esas emociones.

Así, tenemos que elevar nuestra frecuencia y sostenerla, porque estamos expuestos a otras muchas frecuencias exteriores de otras personas, lugares, energías, etc. Por eso debemos cuidar y tener la responsabilidad de hacerlo, ya que energías de baja vibración se alimentan de emociones de baja frecuencia y acabamos sintiendo, pensando, hablando y comportándonos como esas energías.

Por eso debemos evitar el alcohol, el tabaco, las drogas, comida densa que contenga hidratos de carbono procesados, grasas saturadas que nos acidifica la sangre, bebidas azucaradas, y todo tipo de comida que no nos aporte energía, en lo posible. El agua de mar (consultar la adecuada en centros especializados), el cilantro, el zumo de limón con agua, las frutas frescas, son ideales porque nos ayudan a limpiar el organismo, a depurar la sangre y nos aportan energía.

Cuando depuramos nuestro cuerpo, poco a poco, nuestra energía aumenta y nuestra frecuencia también, y la densidad desaparece. Refinamos nuestra energía y eso redunda en nuestras emociones, pensamientos, sentimientos y lo que decimos o hacemos. No es baladí, es algo fundamental, porque en esta época es primordial tener el control de nuestras emociones, gestionarlas correctamente, gestionar nuestra mente, lo que pensamos.

Si nos vemos pensando en el pasado constantemente, estamos con la vibración baja, y eso nos lleva a estados de tristeza, melancolía, depresión, estar en la crítica constante, discutir o cualquier otro comportamiento de baja frecuencia, nos agria el carácter. Cuando estamos con la frecuencia alta miramos al horizonte, estamos presentes, tenemos ilusión, ganas de hacer cosas que nos hagan sentir plenitud y nuestro carácter se dulcifica. Aquí también podemos tener emociones como la euforia, que nos saca de nuestro centro y pueden aparecer ilusiones, por lo que es necesaria la gestión emocional para volver a la neutralidad.

Cuidamos nuestra frecuencia cuando vamos a la naturaleza, nos rodeamos de personas que nos hagan sentir bien, escuchamos cosas que nos aporten y nos nutran, música, películas, obras de teatro y reír. La risa quizá sea la medicina más barata con la que podamos contar. Y tener la capacidad de reírnos de nosotros mismos, nos libera de mucha presión, nos permite quitarle trascendencia a lo que no lo tiene, y eso nos permite cambiar nuestra forma de ver la vida, o sea, ver el vaso medio lleno en lugar de medio vacío.

Esto es algo muy importante que debemos tener en cuenta, llevar una vida sana en todos los sentidos nos hace sentir bien y eso nos hace vibrar más alto, algo fundamental porque ya sabemos que la vida siempre nos tiene reservada alguna sorpresa en forma de conflicto o arrebato energético que podemos afrontar con un nivel energético alto y una frecuencia alta, porque así cuando baje nuestra frecuencia no baja tanto y nos podremos recuperar con mayor facilidad.

El deporte, yoga, chikung, pilates y, por supuesto, el baño de sonido, son recursos que nos ayudan, asimismo, a una vida sana y equilibrada. Y cuando la vida nos lleve a una situación complicada que no podamos gestionar, pedir ayuda a un terapeuta de la disciplina que sea adecuada al proceso que se esté llevando.

Todo lo dicho es sólo un discernimiento propio de la realidad que percibo, pero como todos, estoy en el camino descubriéndome. Comparto esto como parte del puzle que estoy armando, que a la vez es parte de un puzle mayor que formamos todos.