La finalidad de la meditación es descubrir cómo funciona nuestra mente y nuestras emociones. Tener una actitud contemplativa, observarlas, verlas y dejarlas ir, recogiendo aquella información que nada tiene que ver con nosotros en el momento presente.
Quizá lo fue alguna vez, aunque también recogemos mucha información del entorno que si no somos conscientes de ella acabamos haciéndola nuestra y actuamos en consecuencia, alejándonos de nosotros, experimentando otras personalidades o máscaras que también nos ayuda a conocernos, porque reconocemos que en el fondo no somos así.
Aprendemos así sobre la vida y la condición del ser humano, cómo nos enredamos por hacer nuestras las heridas de la infancia, de la juventud, o de otras vidas, sin embargo debemos ser conscientes para liberarnos de esos patrones que nos hacen vivir una existencia limitante y auto-exclusiva.
Al incorporar esa práctica meditativa en nuestra vida cotidiana seremos capaces con el tiempo de ver nuestras reacciones emocionales y nuestros patrones mentales y creencias limitantes para gestionarlas y corregirlas.
El cambio solo es posible tomando consciencia y actuando en consecuencia. Muchas veces esas tomas de consciencia se producen de forma espontánea, por la sabiduría interna que nos permite tomar decisiones sin necesidad de una reflexión profunda, pero otras veces es necesario un trabajo interno de introspección, y la meditación es una forma excelente de llevarlo a cabo.
David Hawkins midió las emociones ayudándose de la kinesionlogía y se dio cuenta que las más elevadas, por orden de menor a mayor, son el amor, la alegría, la paz interior y la iluminación.
Por lo tanto, la alegría está muy bien porque nos hace estar en un estado vibratorio alto, pero la paz interior es un nivel superior. Pero la alegría auténtica requiere de sentir amor, pues si no solo es una pantalla, que nos ayuda por un momento pero volvemos a caer enseguida.
Desearle paz a los demás, nos transforma y le damos la oportunidad de que los demás puedan hacerlo, ya que todos estamos conectados y si los pensamientos de los demás nos afectan, como vimos antes, también afectamos con los nuestros a los demás, con lo que mejor hacerlo con pensamientos de alta vibración. De esta forma colaboramos con crear un inconsciente colectivo de frecuencia mayor, aunque debemos recordar cómo funciona la frecuencia, pues siempre se produce una reacción contraria que es la “crisis curativa” donde aparecen emociones y patrones mentales de la vieja energía al ser confrontada con la nueva.
Esta reacción es la que si la controlamos conscientemente podemos ir transformándonos, integrando la nueva frecuencia que se va haciendo hueco sustituyendo la antigua. Todas están, porque en el Universo están todas las frecuencias, pero a medida que permitimos que se active una toma preponderancia y es la que estará presente en nuestra realidad subiendo paulatinamente nuestra frecuencia.
Es una forma de asumir nuestra responsabilidad y que nadie puede hacer por nosotros, porque nadie puede vivir nuestra vida, cambiar nuestra energía y sostenerla. Al mismo tiempo, somos un aporte para los demás y podemos llegar a convertirnos en el ejemplo que sea una inspiración para otros.