Por sentir culpa la vida se nos puede complicar de una forma considerable. Quizá un vez, no importa en qué línea de tiempo, hicimos algo por lo que nos sentimos culpables, u ocurrió algo que nos hizo sentir culpables.
Debemos destacar que como seres humanos somos unos grandes creadores para buscar justificaciones que nos hagan sentir así. No importa lo que ocurra, nuestra mente buscará la forma de que todo parezca señalarnos como los causantes de cualquier mal, distorsión, aflicción, daño, etc.
Por supuesto que también pudimos ser los causantes de ello, pero también es oportuno recordar que muchas veces tratamos de ser compasivos aplicándonos para nosotros lo que les ocurra a los demás. Y eso llega convertirse en una carga, una losa, pero también un pacto, contrato, lealtad… Un lastre o cadena que arrastramos por mucho tiempo. O que heredamos de la relación de nuestros padres o ancestros.
Desgraciadamente la culpa es una creencia instalada y arraigada en esta sociedad con muchísimas versiones. Quitarla, cuando estamos en un camino de cambio, transformación, para ser “buenos”, para tratar de ser compasivos, para tratar ser empáticos, amar, nos hace cruzar la delgada línea que separa la culpa del desapego.
Podemos llegar a tener contratos con los que antepongamos el bienestar de otra persona o personas al nuestro, a nuestra propia evolución, a nuestro propio proceso, por estar esperando que otra u otras personas avancen y no dejarlas en el camino.
No quiere decir que eso esté mal, sólo que deberíamos hacerlo de forma consciente y teniendo un camino común, porque también podemos forzar a la otra persona a un ritmo para el que no está preparado o para transitar un camino que no es el suyo. O quizá sí, pero no es su momento. Por eso y porque todos los caminos conducen a la ascensión, hay veces en que hay que tomar diferentes caminos y quizá con el tiempo nos volvamos a encontrar, ya que cada quien necesita tener experiencias diferentes, experiencias que igual uno ya vivió y que ahora el otro necesita experimentar, pero de otra forma o por sí mismo.
Eso es lo que evita que uno siga en busca de nuevas experiencias y el otro siga atascado, produciéndose una asincronía que provoca estados de frustración, vacío existencial, tristeza, decepción…
Todo lo dicho es sólo un discernimiento propio de la realidad que percibo, pero como todos, estoy en el camino descubriéndome. Comparto esto como parte del puzle que estoy armando, que a la vez es parte de un puzle mayor que formamos todos.