Cada vez que hablamos lanzamos un decreto al Universo. Por eso es tan importante ser conscientes de lo que hablamos. Como decía el Maestro, no es lo que entra sino lo que sale por tu boca lo que te hace daño. El ejercicio de escucharnos se torna imprescindible porque así ponemos atención a lo que decimos, al tiempo que nos vamos conociendo, qué debemos cambiar en nuestro discurso, porque no siempre lo que hablamos está acorde con la verdadera intención que tenemos en nuestro interior.
De esta forma podemos detectar lo que tenemos que corregir en nuestro discurso y nos ayuda la interacción con las demás personas. Sus reacciones y sus comentarios nos puede hacer reflexionar y revisar nuestras palabras y expresiones. Esto nos hace crecer y ser más conscientes, alinear nuestros pensamientos, palabras e intenciones.
También es conveniente tener en cuenta otro aspecto: cuando hacemos un decreto como en Año Nuevo, para dar un giro a nuestra vida, para atraer una nueva realidad. Debemos tener en cuenta que el decreto es para nosotros más que para los demás. Ese decreto actúa en nuestro entorno porque confronta nuestros patrones mentales, nuestras creencias, nuestra frecuencia…
Así se empieza a producir los cambios, porque rectificamos nuestra forma de pensar, comportamientos y nuestras emociones. Recordemos que el exterior cambia cuando cambia nuestro interior, que nuestra frecuencia es la que atrae y crea nuestra realidad.
Todo lo dicho es sólo un discernimiento propio de la realidad que percibo, pero como todos, estoy en el camino descubriéndome. Comparto esto como parte del puzle que estoy armando, que a la vez es parte de un puzle mayor que formamos todos.